jueves, agosto 11, 2005

Lágrimas de Salitre

La Inalcanzable Musa Altiplanica
(Recuerdos de mi infancia)

Esta es una foto de la entrada al pueblo, la "Garita", hasta allá jugabamos a ir en bicicleta desde la casa

Durante mi infancia, viví casi 6 años en un pueblo abandonado en el desierto de atacama. Digo abandonado porque casi no llegaba el mundo moderno ( a mi parecer). Se llamaba "Oficina Salitrera Pedro de Valdivia", era un pueblo donde vivián mineros que sacaban salitre de las entrañas bondadosas de la tierra. Allí crecí entre el charango y el viento que me contaba historias magníficas y mágicas al oido hasta mas o menos los 13 años, en que mi madre, una amante de Santiago y ex-Mason, decidió que era lo mejor para nosotros deja de ser unos "pueblerinos" y nacer a las bondades de la gran ciudad.
Mi estadía en estos territorios chilenos fueron desde un punto de vista privilegiado, según mi opinión, ya que pude apreciar las cosas desde la visión de una niña, sin los altibajos y los lentes que te da la vida adulta y además, porque mi padre llegó allá como uno de los tres médicos del pueblo, lo que nos daba a mi y mis hermanos un cierto "privilegio" de vivir entre varios sub-mundos, éramos amigos del hijo del médico, del profesor, del obrero y del ingeniero, de todos por igual, hasta que las diferencias llegaron a ser demasiado evidentes y molestas hasta para los ojos infantiles. En esa edad en las que la realidad y la fantasía tienen el mismo aroma, absorves para bien o para mal, todo lo que el mundo te ofrece. En esos lugares dejas de ser niño demasiado pronto para mi gusto.
Al contrario de lo que podría pensarse, el vivir en un lugar tan aislado, en lugar de estancarte, te hace vivir "hacia adentro". Mi madre infundió en nosotros avidez por la lectura y un sentido de la crítica y autocrítica desde muy pequeños, aunque en ese momento nos costó el ser tildados de "extraños".
Una de las cosas que me gustaba, era salir en las tardes a "escuchar" el viento, es extraño, siempre pensé que odiaba ese lugar... y hoy que me encuentro lejos, lo añoro. Para mi signifiacn muchas cosas, las imágenes se funden con sentimientos, colores y olores. Podías sentarte horas sin ninguna interrupción mas que la de un mini-remolino de viento impetuoso, a contemplar la soledad. A mi me parece sentir con los ojos cerrados el calor del sol picando en la cara. El sonido del silencio en tu oido. El corazón latiendo. Creo que debido a que siempre fui sensible e incluso media lunática, acumulé esas imágenes en mi retina y mi alma, a veces recurro a ellas, para sentirme en paz. Me siento afortunada de haber podido apreciar esos colores de los atardeceres, la camanchaca de la madrugada, los cambios de colores en la tierra seca, que van del beige al mas rojo de los rojos, el cielo mas claro que he visto en mi vida, incluso vi el cometa Halley sin problemas. Quizás por eso ahora me gusta la soledad y evito los lugares concurridos, adoro los espacios amplios y el sol, como una lagartija.
Mi Norte Querido, era un lugar de lágrimas de salitre. Muchas veces vi pasar a los hombres con rumbo a la mina a eso de la madrugada, con el frio que calaba los huesos y los hombros llenos de tristezas. Cuando pienso en ello, siempre viene a mi la canción "Pampa Lirima" de Illapu. Como era chica, en la escuela, muchas veces escuché las inocentes historias de mis compañeros, sobre hombres aplastados por la chancadora o perdidos en la Pampa. Y en la mesa de mi casa de cosas peores (el ser la hija del médico del pueblo debía tener algo bueno), como hombres mutilados por las tronaduras o quemados por el color ardiente del precioso salitre, de familias enteras diezmadas por el trabajo duro y de historias de faldas, sabrosas y concurridas. Eso si era "trabajar sacándose la cresta". . Lo malo, era cuando era tu turno de ser el protagonista de una de ellas. Como dicen, "Pueblo chico... infierno grande".
Era un medio duro para vivir, incluso para un niño. Te hacían aprender a la fuerza, de celos, envidias, injusticias, dolor, rabia, pena, abandono, lealtad, orgullo, amor, sexo y pasión. A los 6 años empecé un diario de vida, donde escribía cosas de grandes, un dia mi madre lo encontró y lo botó.
La vida del pampino, el famoso "Oro blanco". Que incluso encandiló a mi bisabuelo Chino, que volvió a china diciendo que el oro "estaba tirado sobre la tierra" -Ja- . Ese era el tiempo de la pulperia y las fichas, de los fines de semana con las visitas de las "muchachas", colas enormes para visitar a una mujer por un par de pesos. Creo que fue una de las pocas cosas que se mantuvieron intactas, cuando la empresa pasó a manos de nuevos dueños (-ups- terreno peligroso) recuerdo haber ido en bicicleta, para la fecha de pago, con unos amigos a tratar ver desde lejos colas de obreros esperando por su turno para "entrar" a visitar a esas "señoritas" (en ese tiempo todo lo novedoso, era como miel para la curiosodad infantil, desde la pelicula del mes en el cine, las visitas ilustres, carnavales, feria y demases), obviamente sin permiso de mis padres.

Antiguamente dicen que tuvo una época de esplendor, cuando los "gringos" tenían el control. Los viejos conversaban de las familias, el cine, los paseos de las plazas, los gringos y las desagradables divisiones. Piscina de empleados, piscina de ingenieros, escuela de los empleados, escuela de los ingenieros, campamento de los empleados, campamentos de los ingenieros, todo subdividido. Yo no alcancé a vivir eso tan profundamente, pero todos sabemos que las divisiones y las injusticias calan hondo en los corazones, asi que a pesar de ser un medio algo mas justo, pude sentir, de parte de mis compañeros de escuela y amigos esa "rabia", esa injusticia.
Fue una época triste y dura, es cierto. Y bella también, hay que decirlo. Tengo lindos recuerdos y también recuerdos de mucho dolor, soledad y tristeza. Tengo impresiones en mi retina de una belleza inimaginable, y en mi oido de una magia increibles. Nunca pude tomar clases de algún instrumento, el viento me enseñó de música, no aprendí a pintar, la tierra me enseñó con sus colores, y el teatro lo aprendí para sobrevivir a un medio a veces hostil. Mi poesía y mi prosa fueron las tardes en silencio, y una forma de escape para la soledad y a veces el dolor. Apredí a amar mi familia, mas que nada en el mundo. Y a agradecer las bondades de la tierra. A dar las gracias al Arquitecto universal por lo que me a tocado vivir, y asumir con humildad lo que no es posible. Aprendí que por muy pobre o humilde, todos tienen algo que ofrecer.
Esta es solo una pincelada. De los últimos días del salitre.

12 comentarios:

Calameño dijo...

ufff...te vi saludando a ANAIS en su prueba de hoy jueves con su hermana y me entro la curiosidad por leerte...increible relato....muy bueno...te felicito...Me hiciste sentir muy orgulloso...
Cariños desde el norte de Chile

Distemper dijo...

Gran relato, porque aparte del sentimiento que le pones, revelas la vida en un pueblo casi fantasma. Es memoria que si no se escribe se muere. Me imagino que pasará algo similar con El Salvador en 20 años más. Me hizo recordar el documental de Violeta Parra que dieron hace poco en TVN, en donde su hijo recordaba que había ido a cantar a El Tofo, "un pueblo en el el norte que ahora se llama El Salvador", según recordaba. Me picó la curiosidad, y resulta que El Tofo fue un pueblo de 7 mil habitantes ubicado en la precordillera de La Serena y dedicado a la minería del hierro. Nada que ver con El Salvador. Fue abandonado en los '70 y no queda rastro del lugar, en donde aparte de casas había cines, bancos, plazas...

Es raro que Chile tenga tantos pueblos así. Muchos saludos.-

Bruja_In_Love dijo...

En mi humilde opinión, no me extraña que chile tenga tanto pueblo "fantasma". Hemos sido un pueblo copión desde chicos. Siempre pensando que lo de afuera es mejor, y cuando las empresas exteriores se van...quedamos mirandonos las caras. Además no tenemos gran amor por nuestro pasado, sino, es cosa de mirar las relaciones con las étnias del país (llamese mapuches, por ejemplo). Nooo, somos unos "Gringos Chilensis"... todo desechable. Que pena mas grande... no?

Haller dijo...

Buen relato...Kawai.Y creo que de ahí tu fortaleza de espíritu, templado por el sol abrasador del norte. Tuviste la oportunidad de alcanzar a vivir algo de lo que muchos de nosotros sólo conoce por ls libros de historia. Un gusto leerte.

Minimálica dijo...

Mi padre nació en una oficina salitrera que hace demasiado tiempo no existe: Vigo. Mi abuelo era un loco de atar y se llevó a su familia para el norte.
Mi padre tiene 78 años y aún sueña con que algún día va a visitar el lugar donde nació. Es extraño, porque siendo aún un niño se radicó en Santiago. Pero creo que un poco puede ser lo que describes: algo que se impregna,y te reclama de vuelta como a una pertenencia.

Salu2

Cristian Sepùlveda Maldonado dijo...

Me gusto tu relato, cargado de emoción. Tienes mas fotografias de aquel lugar??

Saludos..

Bruja_In_Love dijo...

Hay mas fotos, pero no las he escaneado aún... son fotos inéditas... jeje. Ya las iré poniendo poco a poco.
Hay un lugar en internet dedicado a las oficinas salitreras, estaba leyendo y allí sale Vigo también... date un paseo por el lugar...

Isabel Llanten dijo...

Que emocionante historia, sakura. Vivir en el desierto.. un sueño (aunque mi sueño no dura mas de 8 horas).

Un gusto verte en esta epoca desafiando vital el frio matutino!!

SERGINHO® dijo...

GUAUUU...
ALGUNOS DICEN "ESE LUGAR"... me llenaste de nostalgia.. por que igual vivi muchos años en maria elena... cerca de pedro de valdivia..

gracia por el momento... buen blog.. cuidate

Anónimo dijo...

De echo, si mal no recuerdo, a María Elena se llegaba en 30 minutos desde P. de Valdivia, por esa carretera horrible, llena de hoyos y demases... pasando por el "salto del gato" tan famoso... hasta una tía mía se dió vueltas allí.
Desde lejos se ve mas lindo...

sakurita

Voikot dijo...

Wow eres parte de la historia de este país, igual son memorias privilegiadas eh!, te vi por mi blog, gracias por la visita, me daré más vueltas por acá para leer el resto de los post. Saludos!

Anónimo dijo...

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